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  • Cómo secar las hierbas aromáticas para el invierno

    guiadejardineria.com

    Las hierbas aromáticas tienen sus ritmos de crecimiento natural como todas las plantas, cuando están en su mejor temporada nos dan una gran producción que seguramente nos desborda. Es el momento de pensar en su conservación para tener suministro de hierbas aromáticas en la época invernal cuando las plantas aromáticas pierden su esplendor. Hay varias formas de conservar las plantas aromáticas, secado y congelación son las más comunes. Vamos a ver en este artículo cómo podemos secar nuestras plantas aromáticas para guardarlas y tener un buen suministro durante todo el año.

    Secar hierbas aromáticas

    Materiales:

    • bolsas de papel
    • hilo o cuerda fina
    • bandas elásticas

     

    El secado de las plantas aromáticas es la forma más tradicional de conservación. Si seguimos una serie de pasos conseguiremos secarlas adecuadamente sin que pierdan sus aceites esenciales que son los que dan aroma y sabor a la planta. La mayoría de hierbas aromáticas se pueden secar excepto la albahaca o alguna otra similar de hoja ancha y ricas en agua, éstas es preferible congelarlas.

    Elegiremos las partes sanas de la planta y procuraremos que estén bien secas, evitaremos las plantas mojadas con el rocío de la mañana. Corte el tallo de la planta cerca de la base. Ate ramilletes de cada hierba aromática y colóquelos dentro de una bolsa de papel en posición invertida. Ataremos la parte superior de la bolsa con una banda elástica o un trozo de hilo. Pondremos las bolsas en una zona de la casa seca y con cierta circulación de aire. A las dos semanas los ramilletes se habrán secado y podremos guardarlas para disfrutar de sus virtudes durante todo el invierno.

     

  • 6 consejos importantes para iniciar un huerto

    Escrito por Marta Rosique el  4 comentarios

    6 consejos para iniciar un huerto

    Para los iniciados en la jardinería a veces puede ser complicado tener en cuenta todos los factores necesarios a la hora de cuidar un huerto o jardín. Sin embargo, con unas sencillas pautas conseguiremos sacarle el mayor rendimiento a nuestro cultivo sin volvernos locos

    1. Luz

    Puede parecer obvio pero la luz es indiscutiblemente el factor más importante en el crecimiento de las plantas. Para la mayor parte de los cultivos la regla “cuanta más luz mejor” se aplica. Aplicando sencillos trucos, cómo orientar el huerto hacia el sur y asegurarse de colocar las plantas más altas en la cara norte para evitar que proyecten sombras sobre los cultivos más bajos, conseguiremos plantas más vigorosas y cosechas más largas.

     

    Psst! Y si no dispones de mucha luz, aquí tienes una lista de cultivos que toleran bien la sombra.

    2. Riega menos, pero mejor

    Aun contradiciendo la creencia popular, regar poco y a menudo no es lo más recomendado (a no ser que estemos tratando con semilleros). Este tipo de riego humedece únicamente la capa superior de suelo sin llegar a las raíces de las plantas, y además, se evapora rápidamente. En lugar de esto, regar las plantas profundamente una o dos veces por semana asegura que el agua llegue a las raíces y que tenga bastantes reservas. En cuanto al sistema de riego, existen mil tipos, y escoger el más apropiado depende mucho de nuestra situación (no es lo mismo tener una macetita que 20, y a la vez esto es diferente a tener un bancal o un huerto integrado en el jardín). Para las macetas resulta muy práctico el riego por goteo con microtubo, mientras que para mesas de cultivo y huertos más grandes la mejor solución es la exudación. Pero a cómo escoger el mejor sistema de riego le dedicaremos el tiempo (y los posts) necesarios.

     Consejo extra: El acolchado orgánico, un gran aliado—-

    Gran parte del agua de riego que se pierde es por evaporación, de modo que colocar una capa de material orgánico como paja, compost, hojas secas o cáscaras de coco, evitará que los rayos del sol incidan directamente en el suelo, manteniendo el agua durante más tiempo. También supone una barrera para las malas hierbas, aporta nutrientes según se va descomponiendo, y ayuda a proteger del frío los cultivos.

    3. Busca y/o crea el mejor suelo

    Aunque los requerimientos de suelo son diferentes para cada planta, es imprescindible conseguir una buena base sobre la que trabajar. Una mezcla que siempre da resultado es la receta ideada por James Wong, en su libro “Homegrown Revolution” (La revolución del cultivo en casa). Aquí va la receta:

    • 4 partes de sustrato común (escógelo de buena calidad)
    • 2 partes de compost
    • 1 parte de arena agrícola

    De esta manera, el compost actuará como una esponja mientras que la arena favorecerá el drenaje. 

    Consejo extra: Respeta las necesidades de volumen—-

    Es importante garantizar también que el volumen de sustrato sea el adecuado para cada cultivo. Utiliza tus ficha de volúmenes para el cultivo en macetas y los marcos de plantación de los calendarios de siembra para no equivocarte.

    4. Aprovecha el espacio

    Cada metro cuadrado de su huerto tiene una bonificación de 1.80 metros cúbicos de espacio disponible por encima. Guiar tus plantas hacia arriba te permite tener mucha más variedad de cultivos. Otra forma de aprovechar el espacio es rellenar los huecos que hay entre las plantas jóvenes de crecimiento lento (calabacines o tomateras) con plantas de crecimiento rápido, que estarán listas para recoger antes de robarles el espacio a sus hermanas mayores.

    5. Atrae a los vecinos

    Hay un tipo de vecinos que te interesa acercar a tu jardín, gusanos de tierra, mariquitas y abejas son sólo el comienzo de una larga lista de aliados que conviene tener cerca. Los beneficios que aportan son muchos, desde la mejora del suelo y el incremento de la producción, a la caza de plagas molestas para nuestros cultivos. Flores, hoteles de insectos y plantar mucha variedad de cultivos nos ayudarán a que estos bichos se encuentren como en casa. Para más información, échale un ojo a nuestro post : Importancia de la biodiversidad en el jardín y el huerto y a nuestra sección de biodiversidad en el huerto.

     

    6. Los policultivos son más fuertes

    Olvídate de plantar sólo una par de cultivos por temporada, plantar menos ejemplares pero más variedades te ayudará en muchos sentidos, como por ejemplo:

    Mayor fertilidad del suelo:

    Combinar plantas con diferentes necesidades de nutrientes evitará el rápido agotamiento del suelo. Algunas plantas, como las judías, aportan nutrientes (en este caso Nitrógeno) al suelo, con lo que es conveniente plantarlas junto a grandes consumidoras de este componente.

    Alejarás a las plagas

    La mezcla de olores que se da en un policultivo funciona a la hora de “confundir” a las plagas, resultándoles mucho más complicado llegar a su objetivo. Además, muchas plantas, como las aromáticas, han evolucionado creando una serie de químicos que repelen a las plagas.

    Atraerás a los polinizadores

    Es una regla muy simple: cuantas más flores, más probabilidades de encontrar abejas y mariposas que estarán encantados de polinizar tus hortalizas.

    Importancia de las abejas
    Importancia de las abejas

    Mayor biodiversidad

    Los policultivos tienen la ventaja de ser, como bien dice la palabra “poli”, diversos, esto reduce el riesgo de que un sólo factor (plagas, enfermedades o mal tiempo) arruine toda tu cosecha. Tendrás más probabilidades de sacar alguna cosecha en el caso de que todo vaya muy mal.


     

     

  • El riego por goteo es la mejor opción

    Fuente: shareably.net

    Ahorra agua y nos permite despreocuparnos un poco de su cuidado. Si no puedes instalar un riego por goteo con programador, opta por la versión analógica al menos para determinadas plantas con más necesidades de agua.

    http://shareably.net/

     

    Es muy fácil, todo lo que necesitas es una botella de agua. Llénala y realiza dos agujeros pequeños en la base. Después entiérrala hasta la mitad junto a la planta.

    El contenido de la botella se irá liberando progresivamente según las necesidades de agua de tu planta. Cuando se acabe, retira el tapón para rellenar la botella tantas veces como necesites

  • San Jacobos de calabacin

    san-jacobos-de-calabacín

    Los Sanjacobos de calabacín además de estar riquísimos son un plato muy saludable y apetitoso 

    para los pequeños catadores. Están elaborados con calabacín, queso y jamón cocido, rebozados y fritos. Aunque estén fritos, no aportan demasiada grasa ya que el rebozado es muy ligero.

    Esta receta de Sanjacobos de calabacín es ideal para que los peques empiecen a tomar verdura ya que su sabor es muy delicado y casi parecido a los sanjacobos normales…

    Veréis como es una receta muy fácil de preparar, ideal para las cenas. Siempre andamos con un poquito menos de tiempo y cansados por las noches. Por eso, este tipo de recetas rápidas, fáciles y resultonas son ideales para esos momentos.

    Os dejo con la receta, espero que os guste.

    Sanjacobos de calabacín

    Ingredientes

    • 1 calabacín grande
    • Jamón cocido (en lonchas)
    • Queso Emmental (en lonchas)
    • Huevo batido
    • Pan rallado
    • Aceite de oliva virgen extra
    • Sal

    Cómo preparar Sanjacobos de calabacín

    Cortamos el calabacín en finas lonchas a lo largo, vamos dejando cada loncha sobre papel de hornear o un plato y salpimentamos. Sobre la loncha de calabacín ponemos una loncha de jamón cocido y otra de queso. Terminamos el Sanjacobo con otra loncha de calabacín, partimos cada sanjacobo por la mitad.

    Pasamos el calabacín por huevo batido y luego por pan rallado, rebozando bien toda la superficie y los laterales. Freímos en abundante aceite caliente. Una vez fritos, dejamos reposar los Sanjacobos de calabacín sobre papel de cocina, para que este absorba el exceso de grasa.

  • Calabaza rellena

     

    Un entrante fácil y muy saludable

    Aprende cómo preparar una deliciosa calabaza rellena, una receta sana, sin lactosa, apta para veganos y perfecta para toda la familia.

    Escrito por Amanda Montiel el 9/02/2018 a las 12:53

    Preparación: 50 min Dificultad: fácil Personas: 4


    Descubrí la calabaza hace unos años gracias a un guiso de patata con calabaza y cebolla, todo muy pochadito y hecho a fuego bien lento. Un guiso de los de antes. Esta hortaliza nunca había formado parte de mi dieta habitual y a partir de ahí fue donde empezó mi curiosidad por ella.

    La calabaza tiene una gran versatilidad y se puede utilizar tanto en platos saladoscomo en dulces, tiene un sabor dulzón muy característico y es muy melosa. Una vez asada tiene una de esas texturas que se disfrutan más con los ojos cerrados, sintiendo como se ponen en marcha todas tus papilas gustativas y es que se deshace en la boca como si de algodón se tratara.

    Ingredientes para preparar la calabaza rellena


    • Calabaza, 1,2 kg
    • Espinacas, 1 manojo
    • Cebolla, 200 g
    • Setas, 200 g
    • Patatas, 400 g
    • Pipas de calabaza naturales, 50 g
    • Sal
    • Pimienta
    • Aceite de Oliva Virgen Extra

    Preparación de la calabaza rellena


    01: Prepararamos la calabaza

    calabaza rellena

    Antes de empezar con la calabaza, vamos a poner el horno a precalentar a 220ºC.

    Lo primero que debemos hacer es lavar la calabaza y secarla. Después la cortaremos por la mitad, debemos ir con mucho cuidado porque la piel es bastante dura. Lo mejor es introducir la punta del cuchillo lo más hondo que podamos, sacarlo y a partir de ese primer corte ir cortándola por la mitad. No importa si no os quedan las dos mitades iguales.

    A continuación le vamos a quitar las fibras y las pipas con una cuchara. Después, le hacemos unos pequeños cortes a la pulpa con el cuchillo para que se nos ase antes.

    Vamos a pintar las dos mitades con un poco de aceite de oliva virgen extra, una pizca de sal y otra de pimienta.

    Forramos una bandeja de horno con papel apto para horno y ponemos las calabazas con la pulpa hacia abajo (nos ayudará a proteger la pulpa).

    Ponemos la bandeja con las dos mitades de la calabaza en la parte media del horno a 220ºC.

    Tardará unos 45 minutos a estar lista.


    02:Preparamos las patatas

    calabaza rellena

    Lavamos bien las patatas, las pelamos y las cortamos en cuadraditos de unos 2 cm.

    Forramos una bandeja con papel apto para horno y ponemos las patatas cortadas. Les vamos a añadir una cucharada de aceite de oliva virgen extra, una pizca de sal y otra de pimienta y mezclamos bien para que se impregnen por igual todas las patatas.

    Ponemos la bandeja con las patatas en el horno, que estará a 220ºCjunto a la calabaza.

    Estarán listas en unos 15 minutos.


    03: Preparamos el resto de ingredientes para el relleno

    Lavamos muy bien las espinacas para quitarles toda la tierra y a continuación, las cortamos en juliana.

    Pelamos la cebolla, la cortamos por la mitad y cortamos también en juliana.

    Cortamos las setas por la mitad o en cuatro dependiendo del tipo de setas que compréis y los grandes que sean. Yo he utilizado una mezcla de shiitake, flor de gírgola y shimeji blanco i marrón. Podéis utilizar las que más os apetezcan aunque yo os recomiendo que sea una seta con personalidad, que le infiera sabor a la receta.


    04: Preparar el relleno

    calabaza rellena

    Ponemos una sartén a fuego medio y cuando esté caliente añadimos 1 cucharadita de aceite de oliva virgen extra. Con el aceite caliente echamos la cebolla, añadimos una pizca de sal y pochamos.

    Cuando la cebolla adquiera ese tono transparente tan característico, añadimos las setas y salteamos.
    A continuación, añadimos las espinacas cortadas y rehogamos hasta que estén tiernas.


    05: Sacamos las patatas del horno

    calabaza rellena

    Recordad que las patatas se asan antes que la calabaza así que, en unos 15 minutos las tendremos listas.

    Sacamos la bandeja con las patatas del horno y las añadimos a la sartén donde tenemos ya cocinada la cebolla, las setas y las espinacas. Reservamos.


    06: Vaciamos la calabaza

    calabaza rellena

    Transcurridos unos 45 minutos tendremos nuestra calabaza asada.

    Sacamos del  horno con mucho cuidado, ¡está bien calentita!.

    Con la ayuda de una cuchara retiramos la pulpa y la vamos añadiendo a la sartén donde tenemos el resto de ingredientes del relleno.

    No debemos retirar toda la pulpa, dejaremos un borde de 1cm aproximadamente.

    calabaza rellena

    Una vez quitada toda la pulpa de la calabaza, mezclamos con el resto de ingredientes; la cebolla, las setas, las espinacas y las patatas.


    07: Terminamos el relleno

    calabaza rellena

    Para terminar el relleno vamos a tostar las pipas de calabaza. Pondremos una sartén engrasada con muy poco aceite a fuego bajo y, cuando esté caliente, echaremos las pipas de calabaza y las iremos removiendo con una cuchara de madera hasta que queden tostadas.

    Debemos ir con mucho cuidado ya que se tuestan enseguida.

    Retiramos las pipas tostadas del fuego y las añadimos al resto del relleno que tenemos reservado en la sartén.


    08: Rellenamos la calabaza y servimos

    calabaza rellena

    Con la ayuda de dos cucharas, vamos cogiendo el relleno que tenemos reservado en la sartén y lo vamos poniendo dentro de nuestra calabaza vacía hasta llenarla.

    Ya solo nos faltará ponerla en un plato y ¡a disfrutar!.

    Resultado final


    La combinación de sabores es muy armónica y le da a cada ingrediente el papel que le corresponde. Aparte de ser un plato delicioso y muy vistoso es a su vez muy nutritivo. El conjunto de sabores de esta calabaza rellena, hará que se activen todos tus órganos sensoriales por lo que os la recomiendo sin duda alguna.

    calabaza rellena

    La calabaza es una hortaliza, rica en agua y de bajo aporte calórico. Aproximadamente, la calabaza tiene un contenido de agua del 90% y el resto de su composición se divide en un 71% de hidratos de carbono (la mayoría en forma de almidón por lo que son de asimilación lenta), un 20% de proteína y un 12% de grasas (datos obtenidos de BEDCA).

    Destaca por su gran aporte en carotenos (los pigmentos que le dan a la calabaza ese color tan característico) y en consecuencia de vitamina A. Esto se debe a que nuestro organismo es capaz de transformar esos carotenos en vitamina A que nos ayuda a proteger la piel y la visión además de ser antioxidante. Debido a la gran cantidad de fibra que contiene nos ayuda a saciarnos más fácilmente y facilita el tránsito intestinal.

    Podemos aprovechar las pipas que hemos retirado de la calabaza para guardarlas de tentempié. Solo tenemos que retirarlas bien de la fibra a la que van pegadas, lavarlas y secarlas con un paño. A continuación, las ponemos en un plato o bandeja bien extendidas (que no queden montadas unas sobre otras), las salamos y las dejamos secar al aire libre expuestas al sol 24-48h (dependiendo de la época del año y del tiempo). Una vez estén bien secas, las podemos a tostar en una sartén hasta que estén bien doraditas. Las guardamos en una bolsa bien cerrada y tenemos listas unas pipas de calabaza estupendas para cuando tengamos deseo de salado.

    Si todavía no habéis probado la calabaza o es un alimento que se os resiste, os recomiendo que hagáis esta receta y luego me contáis si no es verdad que se han activado todos vuestros sentidos…

  • Puerros en vinagreta

    Puerros en salsa vinagreta, receta fácil y ligera para lunes sin carne

     

    Puerros en salsa vinagreta, receta fácil y ligera para lunes sin carne

    Si buscas una receta ligera, rica, fácil de hacer y con la que sorprender saliendo de la rutina, apúntate estos puerros en salsa vinagreta.

    Escrito por Joaquín Palazuelos el 5/11/2018 a las 13:53

    Preparación: 30 min     Dificultad: Fácil     Personas: 2


    La receta de puerros en salsa vinagreta es uno de esos clasicazos de la cocina española que siempre vale la pena poner en valor. Sencilla de elaborar, versátil ya que puede comerse templada o fría y lo mismo puede servir de entrante, cena ligera o plato único, esta receta es una opción muy económica para introducir platos de verduras en nuestra alimentación o para seguir dietas vegetarianas (omitiendo la inclusión del huevo cocido en dietas veganas).

    Ingredientes


    • Puerros grandes, 6
    • Huevo cocido, 1
    • Guindillas o piparras, 2 o 3
    • Aceite de oliva virgen extra
    • Sal
    • Pimienta negra recién molida

    Para la salsa vinagreta:

    • Aceite de oliva virgen extra, 250 ml
    • Vinagre de manzana, 100 ml
    • Mostaza de Dijon, 1/2 cucharadita
    • Salsa de soja, 1 cucharadita
    • Zumo de limón, 1 cucharadita
    • Cebolleta picada finamente
    • Pimientos verde, rojo y amarillo, todos picados finamente
    • Sal

    Cómo hacer unos puerros en salsa vinagreta


    01: Limpiamos y cortamos los puerros

    Puerros en salsa vinagreta - Paso 1

    Para esta receta debemos comprar unos puerros hermosos, ni muy pequeños ni excesivamente gruesos, que estén bien blancos y bien sanos. Cortamos las raíces del puerro y los situamos uno junto a otro a la misma altura. Cortamos la parte verde de los puerros manteniéndolos juntos, para que así queden de igual tamaño.

    Retiramos también las dos capas más externas de cada puerro para aprovechar para esta receta de puerros en salsa vinagreta la parte más tierna y noble. Guardamos el verde del puerro y esa parte más externa para caldos, cremas, etc.


    02: Cocemos los puerros al vapor

    Puerros en salsa vinagreta - Paso 2

    En esta ocasión he preferido optar por cocer los puerros al vapor. Sin embargo, si no disponéis de vaporera u os parece un engorro innecesario sacar vuestra vaporera a relucir para cocinar unos simples puerros, siempre podéis cocerlos de manera tradicional en agua y sal. El tiempo de cocción siguiendo el método tradicional variará dependiendo del grosor de los puerros, pero con unos 20 minutos de cocción debería ser suficiente.

    Para cocer los puerros al vapor, colocamos una cazuela del mismo diámetro que la vaporera y la llenamos de agua. Ponemos el agua al fuego y esperamos hasta que esta arranque a hervir.

    En este caso mi vaporera es de bambú, un material que conviene que no entre en contacto directo con los alimentos que se cocinan en su interior para que estos no se peguen. Para ello cortamos unos cuadrados de papel de hornear y los introducimos sobre cada bandeja de la vaporera, de manera que cubran buena parte del fondo pero dejando alguna rendija sin tapar, para que así el vapor pueda circular libremente por toda la vaporera, permitiendo que los puerros se cuezan al vapor a la perfección.

    Posamos los puerros sobre el papel de hornear y los salpimentamos. Añadimos sobre cada puerro también unas gotas de aceite de oliva virgen extra. Colocamos las bandejas de la vaporera sobre la cazuela con el agua hirviendo. Tapamos la vaporera.

    Cocemos los puerros al vapor, asegurándonos de que la cazuela tiene siempre una cantidad suficiente de agua y que esta está hirviendo durante toda la cocción. El tiempo aproximado de cocción está en torno a los 25-30 minutos, aunque puede variar dependiendo de las condiciones de la cocción y del grosor de los propios puerros. Como siempre, para cerciorarse de que la cocción de los puerros ha sido perfecta lo mejor es pincharlos levemente para constatar que no ofrecen resistencia, lo que nos asegurará que están tiernos en su interior.

    Puerros en salsa vinagreta - Paso 4

    Otras veces os animo a que no sometáis a una sobrecocción a las verduras, para así preservar todo su color, sabor y esa textura al dente tan deliciosa. En cambio, para estos puerros en salsa vinagreta os animo a que cocinéis muy bien los puerros y que queden bien tiernos y suaves. Los puerros poco cocidos resultan, en mi opinión, particularmente bastos y poco agradables.

    Una vez cocidos los puerros, los retiramos a un plato o recipiente aparte y dejamos que se enfríen a temperatura ambiente.


    03: Preparamos la salsa vinagreta

    Puerros en salsa vinagreta - Paso 3

    La preparación de la salsa vinagreta con la que vamos a acompañar a nuestros puerros cocidos al vapor es sencilla, pero a su vez resulta muy sugerente y está llena de frescor.

    Pelamos la cebolleta y la picamos en brunoise, lo más fino que podamos. Como siempre, resulta fundamenta tener los cuchillos bien afilados para que el corte sea limpio y, aunque parezca todo lo contrario, evitemos cortes innecesarios provocados por la necesidad de hacer una excesiva presión sobre la verdura para picarla.

    Los pimientos vamos a pelarlos para evitar que la piel aporte demasiada resistencia y deje esa ligera sensación desagradable en la boca. Cortamos los lados del pimiento, para obtener trozos rectos y planos que sean fáciles de alcanzar con el pelador, y los pelamos, haciendo un movimiento en zigzag que ayude que la cuchilla no se atasque con la piel y los pelemos así de la manera más sencilla posible. Cortamos los pimientos también en brunoise, lo más fino que podamos.

    Añadimos el vinagre y los aceites en un táper o en un frasco pequeño que podamos cerrar. Añadimos la verdura picada, así como el zumo de limón, la salsa de soja, la mostaza de Dijon y la sal. Todos estos ingredientes de la salsa vinagreta aportan toques que van un poco al gusto, pudiendo incrementar o disminuir su presencia en la medida en que casen con nuestro gusto personal.

    Cerramos el táper o el frasco y agitamos con vehemencia, para que nuestra salsa vinagreta emulsione y se mezcle perfectamente, ligando todos los ingredientes.


    04: Servimos los puerros en salsa vinagreta

    Puerros en salsa vinagreta - Resultado

    Colocamos los puerros ya escurridos y fríos (o tibios) sobre el plato. Removemos bien la salsa vinagreta antes de servir y cubrimos los puerros con ella. Añadimos también sobre los puerros en salsa vinagreta un poco de guindilla piparra picada, un aporte que le dará un toque especial y divertido a nuestros puerros. Rallamos por último un poco de huevo cocido por encima de los puerros en salsa vinagreta para coronar este plato tan fresco.

    Resultado final


    El resultado final de estos puerros en salsa vinagreta es tan bonito a la vista como rico y sabroso al gusto.

    Unos simples puerros cocidos, que en ocasiones pueden resultar un tanto toscos y aburridos si los comemos sin un acompañamiento adecuado, adquieren mucha mayor frescura con esta sabrosa salsa vinagreta que ayudará a realzar su sabor y que hará que cada bocado sea un completo disfrute lleno de contrastes de sabores y de texturas.

    Disfruta de estos puerros en salsa vinagreta, una receta la mar de sencilla que se resuelve en un pispás y sin tener que echar la mano al bolsillo que además te ayudará a elaborar menús increíblemente ligeros sin la necesidad de recurrir a las comidas anodinas de siempre.

     

  • Pan de albahaca

    Pan albahaca

    Este es un pan con el que sorprenderás a tus amigos, tanto por su increíble y contundente sabor, como por su bonito interior en el que se combinan armoniosamente el color blanco y verde de las dos masas usadas para su elaboración.

    Ingredientes para Pan de albahaca para 2 personas 1 unidad

    Para la masa verde:

    • Harina blanca de trigo - 117 gramos
    • Harina blanca de trigo - 117 gramos
    • Agua - 101 gramos
    • Aceite de oliva - 17 gramos
    • Hojas fresca de albahaca o albahaca seca - 15 hojas frescas o 1 cucharada colmada de albahaca seca.
    • Sal - 3 gramos
    • Levadura seca de panadería - 1 gramo

    Para la masa blanca:

    • Harina blanca de trigo - 134
    • Harina integral de trigo - 58 gramos
    • Agua - 115 gramos
    • Aceite de oliva - 19 gramos
    • Sal - 4 gramos
    • Levadura seca de panadería - 1 gramo

    Cómo hacer la receta de Pan de albahaca

    1. En primer lugar, ponemos las hojas de albahaca junto con el agua en el vaso de la batidora. Batimos, hasta triturar bien las hojas, y pasamos el licuado de agua y hojas a través de un colador para quitar los restos de hojas. Obtendremos un licuado de color verde oscuro, del que apartaremos los 101 gramos que necesitamos para la masa verde.
    2. En un cuenco mediano, mezclamos las harinas de la masa blanca, añadimos el agua y el aceite y removemos bien para que las harinas queden humedecidas y no queden zonas con harina seca. Tapamos con un trapo el cuenco y dejamos reposar durante 25 minutos. A este reposo se le denomina autolisis, y tras llevarlo a cabo nos será mucho más fácil amasar. Siguiendo una técnica de amasados cortos, y reposos entre amasados, sin apenas esfuerzo tendremos lista nuestra masa.
    3. Nada más poner a reposar nuestra masa blanca, iniciamos el amasado de la masa verde procediendo del mismo modo descrito en el paso anterior. Esta vez añadiremos el licuado de agua y albahaca, que será el que dará lugar a una masa con una coloración verdosa.
    4. Tras la autolisis, aceitamos ligeramente la superficie de trabajo y volcamos la masa blanca sobre ella. Nos ponemos un poco de aceite en las manos y extendemos ligeramente la masa. Repartimos la sal por la superficie de la misma, y amasamos suavemente durante 1 minutos. Aceitamos un poco el cuenco, hacemos una bola con la masa y la metemos dentro. Tapamos con un trapo, o una bolsa de plástico, y dejamos reposar durante 15 minutos.
    5. Volcamos nuestra masa verde sobre la mesa de trabajo y procedemos del mismo modo que acabamos de llevar a cabo con nuestra masa blanca.
    6. Tras el reposo de la masa blanca, repetimos el paso anterior en el que añadíamos la sal, pero esta vez añadimos la levadura. Una vez añadida, amasamos durante 1 minutos y damos a la masa un nuevo reposo de 10 minutos.
    7. Repetimos el paso anterior con nuestra masa verde para añadir la levadura.
    8. Volcamos de nuevo la masa blanca sobre la superficie de trabajo. Amasamos durante 1 minuto. La masa ya debería empezar a presentar un aspecto liso y brillante. Si aún presenta un aspecto granuloso, volvemos a dar otro ciclo de amasado y reposo. Si nuestra masa tiene una superficie lisa y brillante, está lista para iniciar la primera fermentación, para ello; aceitamos ligeramente las paredes del cuenco, formamos una bola con nuestra masa y la metemos dentro. Tapamos y la dejamos fermentar hasta que doble su volumen.
    9. Volcamos nuestra masa verde sobre la superficie de trabajo y repetimos las instrucciones del paso anterior.
    10. Una vez que tanto la masa blanca como la verde han doblado su volumen, enharinamos ligeramente la superficie de trabajo y volcamos, en primer lugar, la masa blanca sobre ella. Estiramos la masa hasta conseguir un rectángulo de aproximadamente 25 X 15 centímetros. Reservamos. Cogemos la masa verde y la estiramos hasta conseguir un rectángulo de 22 X 12 centímetros.
    11. Una vez que tenemos ambas masas estiradas, procedemos a formar el pan, para ello, cogemos la masa blanca y la ponemos, a lo largo, frente a nosotros. Cogemos la masa verde y la ponemos encima de la blanca del siguiente modo: el frontal de la parte superior de la masa verde debe coincidir con el frontal de la parte superior de la masa blanca. En el frontal más cercano a nosotros, la masa blanca debe quedar sin cubrir, del mismo modo que los laterales de la misma. Con esta forma de colocar la masa verde sobre la blanca se busca que durante el enrollado la masa verde quede escondida totalmente dentro de la blanca. Una vez que tenemos la masa verde situada encima de la blanca, procedemos a enrollar ambas masas empezando por el extremo superior, el más alejado de nosotros. Terminaremos el enrollado presionando para que la masa blanca quede bien sellada. Pondremos especial atención al sellado de los extremos del pan, lo que serán las puntas.
    12. Una vez que hemos formado nuestro pan, los ponemos a fermentar, para ello, podemos ponerlo directamente sobre la hoja de papel vegetal que meteremos al horno, o podemos colocarlo en el interior de un cesto de fermentación que tenga una forma ovalada. Un recipiente de plástico nos puede hacer a la perfección el papel de cesto de fermentación. Ponemos un trapo en su interior, preferiblemente de algodón, con ayuda de un colador lo espolvoreamos con harina, y ponemos el pan encima con el cierre (lo que durante el horneado estará en contacto con la bandeja del horno) hacia arriba. Tapamos el pan con un trapo, ponemos encima del trapo una bolsa de plástico, y dejamos fermentar hasta que el pan casi doble su tamaño.
    13. Precalentamos el horno a 250º con una bandeja en su interior.
    14. Sobre una bandeja invertida, ponemos una lámina de papel vegetal y volcamos el pan encima. Si pusimos el pan a fermentar sobre papel vegetal, transferimos la hoja con el pan a la bandeja invertida, o a una madera que nos haga las veces de pala, Con la ayuda de un cuchillo afilado, hacemos un corte a lo largo de la superficie del pan o dos cortes oblicuos, como prefiramos.
    15. Con la ayuda de la bandeja invertida, o la madera, deslizamos el pan sobre la bandeja que hay dentro del horno. Antes de cerrar la puerta del horno, pulverizamos agua hacia las paredes del mismo con un pulverizador doméstico. Esto provocará un ambiente húmedo que será propicio para que el pan desarrolle un buen volumen.
    16. Bajamos el termostato a 230º y horneamos durante, aproximadamente, 45 minutos o hasta que el pan adquiera un color dorado. Hacia la mitad del horneado giramos el pan para que este se dore por igual.
    17. Antes de cortar el pan, dejamos enfriar durante, al menos, tres horas

    Notas y Consejos

    Las harinas del mismo cereal, y de distintas harineras, pueden presentar un comportamiento muy diferente, por ello, los tiempos de amasado son orientativos. Los ciclos de amasado y reposo tienen como objetivo conseguir, sin apenas esfuerzo, una masa lisa y brillante, hecho que puede suceder antes de completar todos los pasos de la receta, en cuyo caso dejaremos de amasar, o, en otros casos, puede llevarnos un poco más del tiempo especificado. Los tiempos de fermentación dependerán de la temperatura ambiente, por lo que estos variarán a lo largo del año. Es por ello que no nos gusta poner un tiempo de fermentación determinado en la receta. La cantidad de levadura indicada en la receta es la adecuada para obtener un pan de buena calidad. Añadir mayor cantidad de levadura, con el fin de acelerar la fermentación, irá en detrimento de la calidad del pan obtenido.

  • Pan de remolacha

    Pan remolacha

    La remolacha aporta a este pan dos propiedades destacables; por un lado una miga que se mantiene con una estupenda humedad durante varios días, y por otro, un color entre rosado y rojizo que resultante un auténtico espectáculo para la vista.

    Ingredientes para Pan de remolacha para 4 personas

    • Harina blanca de trigo (panificable)* - 330 gramos
    • Agua cocción remolacha - 165 gramos
    • Remolacha cocida - 99 gramos
    • Sal - 6 gramos
    • Sal - 6 gramos
    • Zumo de limón*** - 10 gra

    Cómo hacer la receta de Pan de remolacha

    1. Al menos cuatro horas antes de amasar, o el día previo, pelamos la remolacha y la cocemos en agua. Pondremos el agua justa para que cubra la remolacha. Cocemos a fuego medio entre 45 y 60 minutos aproximadamente, o hasta que la remolacha esté tierna. Dependiendo del tamaño de la remolacha, necesitaremos una o varias piezas. Durante la cocción la remolacha pierde peso, por lo que habrá que poner más peso en fresco que el indicado en la receta, ya que la receta se refiere a peso de remolacha cocida.  Una vez cocida, dejamos enfriar y reservamos junto al agua de cocción.
    2. Antes de amasar, ponemos en el vaso de la batidora la remolacha cocida y el agua de cocción que indica la receta. Batimos hasta obtener un puré fino.
    3. En un cuenco, echamos la harina y el puré de remolacha. Mezclamos bien hasta que toda la harina quede humedecida. Tapamos con un trapo y dejamos reposar 25 minutos. Este reposo, que recibe el nombre de autolisis, hará que nos sea más fácil el posterior proceso de amasado.
    4. Siguiendo una técnica de amasados cortos, y reposos entre amasados, sin apenas esfuerzo tendremos lista nuestra masa.
    5. Pasado el tiempo de reposo, extendemos la masa sobre la mesa de trabajo ligeramente aceitada, distribuimos la sal  a lo largo de toda la superficie, y amasamos durante 1 minuto. Boleamos la masa (bolear significa formar una bola), la metemos en el cuenco,  tapamos éste con un trapo y dejamos reposar durante 15 minutos.
    6. Pasados los 15 minutos, añadimos la levadura del mismo modo que acabamos de hacer con la sal. Amasamos 1 minuto, boleamos, metemos la masa en el cuenco, tapamos y dejamos reposar durante 15 minutos.
    7. Tras el reposo, repetimos un nuevo ciclo de amasado (1 minuto) y de reposo (15 minutos).
    8. Volcamos de nuevo la masa sobre la mesa de trabajo ligeramente aceitada. La superficie de la masa ya debería empezar  a presentar un aspecto liso y brillante. Si aún presenta un aspecto granuloso, volvemos a dar otro ciclo de amasado y reposo. Si nuestra masa tiene una superficie lisa y brillante, está lista para iniciar la primera fermentación, para ello; aceitamos ligeramente las paredes del cuenco, formamos una bola con nuestra masa y la metemos dentro. Tapamos y la dejamos fermentar hasta que doble su volumen.
    9. Una vez que la masa ha doblado su tamaño, la volcamos sobe la mesa de trabajo previamente enharinada. Formamos una bola con la masa (bolear), para bolear seguimos los siguientes pasos: cogemos la bola de masa y la aplanamos ligeramente en forma de disco. Vamos replegando pequeñas zonas del borde de la masa hacia el centro de la misma y, una vez la tenemos en el centro, presionamos ligeramente para que se fije. Repetimos esta secuencia con distintas zonas del borde hasta que la masa quede recogida. Una vez que la tenemos recogida hacia el centro, le damos la vuelta y la hacemos girar suavemente sobre su base para que la bola coja más tensión.
    10. Una vez que hemos boleado ambas porciones, las dejamos reposar sobre la mesa, tapadas con un trapo, durante 15 minutos. Este reposo hará que el gluten se relaje y nos sea más fácil el formado de los panes.
    11. Transcurridos los 15 minutos, formamos el pan. Para ello, cogemos una de la masa y la aplanamos ligeramente en forma de disco. Doblamos la mitad superior del disco hacia el centro. Hacemos lo mismo con la mitad inferior. Doblamos los extremos también hacia el centro. Por último, volvemos a doblar la mitad superior pero esta vez la llevamos hasta solaparla con la mitad inferior del mismo modo que haríamos para cerrar una empanadilla. Sellamos bien la junta pellizcando suavemente.
    12. Una vez que hemos formado nuestro pan, lo ponemos a fermentar. Para que nuestro pan mantenga la forma y desarrolle un buen volumen durante el horneado, es preferible colocarlo en el interior de un banneton o cesto de fermentación (uno para cada pan) que tenga una forma alargada. Si no tenemos banneton, un recipiente de plástico, o un cesto de mimbre, nos pueden hacer a la perfección el papel de cesto de fermentación. En este caso, ponemos un trapo en el interior del recipiente, con ayuda de un colador espolvoreamos harina por encima y ponemos el pan sobre el trapo con el cierre (lo que durante el horneado estará en contacto con la bandeja del horno) hacia arriba. Tapamos el pan con un trapo, ponemos encima del trapo una bolsa de plástico, y dejamos fermentar hasta que el pan casi doble su tamaño.
    13. Precalentamos el horno a 250 grados con una bandeja en su interior.
    14. Una vez que el pan ha doblado su tamaño, procedemos a hornearlo, para ello; sobre una bandeja invertida, ponemos una lámina de papel vegetal y volcamos el pan encima. Si pusimos el pan a fermentar sobre papel vegetal, transferimos la hoja con el pan a la bandeja invertida, o a una madera que nos haga las veces de pala. Con la ayuda de un cuchillo afilado, hacemos un corte  a lo largo de la superficie del pan, en el centro de la misma.
    15. Con la ayuda de la bandeja invertida,  o la madera, deslizamos el pan sobre la bandeja que hay dentro del horno. Antes de cerrar la puerta del horno, pulverizamos agua hacia las paredes del mismo con un pulverizador doméstico. Esto provocará un ambiente húmedo que será propicio para que el pan desarrolle un buen volumen.
    16. Bajamos el termostato a 230º y horneamos durante, aproximadamente, 45 minutos o hasta que el pan adquiera un color dorado. Hacia la mitad del horneado giramos el pan para que este se dore por igual.
    17. Dejamos enfriar sobre una rejilla durante 3 horas.

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