Alimentos ecológicos ¿merecen la pena?

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¿Merece la pena pagar un sobreprecio por los alimentos ecológicos?

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El mercado de los productos bio en España factura más de 2.000 millones de euros al año en ventas tras registrar un crecimiento del 19% en 2018.

Verduras, frutas, yogures, cereales, aceite e incluso tarritos de alimentación infantil. La comida ecológica vive un auténtico bum en España. La facturación cosechada por los productos bio asciende ya a más de 2.000 millones de euros al año en nuestro país tras registrar un crecimiento del 19% en 2018, según datos de Kantar. No solo se vende más, también aumentan las plantaciones. España ya se sitúa entre los primeros países productores del mundo, con una superficie de cultivos de más de dos millones de hectáreas -un 112% más que hace diez años- con un total de 41.871 operadores dedicados a este tipo de agricultura. Los consumidores son los que demandan estos alimentos y por ende, impulsan este negocio. El auge en el volumen de ventas y en el incremento de la producción viene propiciado por las exportaciones debido a un aumento del consumo a nivel global, pero también se dispara de forma interna en nuestro país. En concreto, la comida ecológica se sirvió en las mesas de seis de cada diez hogares españoles en 2018. «Todavía queda terreno por ganar porque donde hay más recorrido para crecer es en la frecuencia o hábito de compra, que es de solo 7,8 veces al año de media por hogar», puntualiza el director del sector de Alimentación de Kantar España, Joan 

«Nosotros tenemos la convicción absoluta de que la alimentación ecológica es más saludable debido al gran número de controles que ha seguido» (Silvia Llamas, Haciendas Bio)

La fiebre por lo orgánico, bio o ecológico -los tres términos son sinónimos- forma parte de una tendencia creciente en España. «Hasta ahora, hemos sido un país productor de alimentos ecológicos. Pero ahora ya estamos en el décimo lugar en el consumo bio planetario. Claro que aún estamos lejos de los niveles de consumo que tienen Dinamarca o Alemania, pero todo apunta a que eso llegará. Ya ha empezado. Los alimentos ecológicos empiezan a estar por todas partes», añade la presidenta de la Asociación Vida Sana y directora de la feria Biocultura, Ángeles Parra.

Este fenómeno va de la mano de una mayor preocupación por la salud. De hecho, seis de cada españoles aseguran hacer un esfuerzo diario por comprar de forma más saludable, según información aportada por Nielsen. Los productos ecológicos deben contar con los mismos niveles de calidad que los convencionales, pero en vez de usar productos químicos y pesticidas, apuestan por una gestión natural de los cultivos. De lo que no existen evidencias científicas es de que sean mejores nutricionalmente hablando. Sin embargo, hay quien defiende que tienen más antioxidantes y vitaminas. «Nosotros tenemos la convicción absoluta de que la alimentación ecológica es más saludable debido al gran número de controles que ha seguido. Hay estudios de la OMS que establecen que hay determinados herbicidas peligrosos para la salud», argumenta Silvia Llamas, directora de Desarrollo de Negocio de Haciendas Bio, una compañía proveedora de verdura y fruta ecológica, que opera bajo la marca Biovivo en el mercado español.

«¿Cómo van a ser alimentos iguales? La industria convencional dedica muchos recursos a engañarnos pero la ciudadanía está despertando» (Ángeles Parra, Asociación Vida Sana y Biocultura)

Para Parra, no hay ninguna duda de que estos productos aportan más nutrientes: «¿Tú puedes llegar a creer que un huevo de una gallina confinada en una jaula que no puede moverse, que vive sin ver la luz del sol, que es atacada por sus compañeras estresadas y que come y bebe alimentos saturados de químicos, puede ser igual que el huevo de una gallina que vive en semilibertad, comiendo piensos ecológicos, sin estrés y viendo la luz del sol y la tierra? Extrapola eso a los vegetales o a cualquier tipo de ganadería. ¿Cómo van a ser alimentos iguales? La industria convencional dedica muchos recursos a engañarnos pero la ciudadanía está despertando».

Estas diferencias a la hora de cultivar, el hecho de que sean procesados y distribuidos a menor escala y los elevados controles a los que son sometidos conllevan «un incremento en los costes de producción que deben ser asumidos por los consumidores para que la producción ecológica sea viable», tal y como señalan en un informe explicativo del Ministerio de Agricultura, donde se añade que este sobreprecio «puede ser visto como un extra en su calidad ya que ha sido producido siendo respetuoso con el medio ambiente, el bienestar animal social y teniendo en cuenta el beneficio económico». Llamas defiende estos recargos: « Son algo más caros, pero realmente es el precio justo ya que se da más empleo porque se necesita a más gente trabajando por hectárea y también se gestionan las plagas de forma natural y se requiere, por tanto, más investigación. Por ejemplo, se estudia cómo atraer a las mariquitas para que se coman a los pulgones, entre otros problemas que requieren una mayor inversión en I+D+i».

«No necesariamente todos tienen mejor sabor que los convencionales, y, sin embargo, estamos pagando dos o tres veces más por ellos» (Joan Riera, Kantar España)

El sobreprecio de los alimentos ecológicos respecto a los convencionales de gran consumo se debe a que «son más económicos», un adjetivo que puede parecer contradictorio en base a las palabras de la directora de Biocultura. Esto se explica -según Parra- en que al llenar nuestra cesta de productos orgánicos se impulsa la economía ya que «estamos invirtiendo en salud, protegiendo nuestro medio ambiente y colaborando con una economía responsable, descentralizada y de precio justo a la vez que se devuelve vida al mundo rural y se crean empleos».

El precio de los productos bio, sin embargo, puede llegar a duplicar al de los convencionales, según un análisis de Cuponation. «En un reciente estudio, hemos visto que, además de la naturalidad en estos productos, el consumidor espera que tengan un buen sabor, ¡que sepan como los de antes! Este es un punto interesante a tener en cuenta porque si el consumidor espera esto, los productos ecológicos no necesariamente tienen mejor sabor que los convencionales, y, sin embargo, estamos pagando dos o tres veces más por ellos. Y cuanto más pagas por un producto generalmente mayor es tu expectativa de satisfacción», aclara Riera.

Evitar el fraude

Uno de los obstáculos que tienen que sortear los productores de este tipo de alimentos tiene que ver con los engaños. En Europa, el sector ecológico es uno de los que más fraude registra por las trampas de algunos proveedores y comercios que venden alimentos convencionales como ecológicos. Para evitar timos, conviene prestar atención a la etiqueta. Tal y como desde Biocop -empresa dedicada a la producción y comercialización de estos productos- subrayan que en el envase debe figurar el aval de certificación de agricultura ecológica europea. Este logotipo, denominado «eurohoja» garantiza que el alimento cumple con una producción sostenible, que está libre de pesticidas y transgénicos y que cumplen con la estricta regulación europea. A este sello pueden sumarse otros logotipos -como los de las comunidades autónomas en España- utilizados por varios países europeos.

«Si un alimento lleva el sello de ecológico, biológico u orgánico, podemos estar tranquilos. Esto ha sido así al menos hasta ahora» (Ángeles Parra)

Asimismo, en Biocop aconsejan consultar las indicaciones del origen del producto así como la lista de ingredientes para comprobar que un 95% de estos son orgánicos. En la etiqueta también se deben incluir los términos ecológico o biolóticos, o en su defecto las abreviaturas bio o eco. «Es el sector alimentario que tiene la mejor trazabilidad y donde los controles son más exhaustivos. Si un alimento lleva el sello de ecológico, biológico u orgánico, podemos estar tranquilos. Esto ha sido así al menos hasta ahora. No sé qué pasará en un futuro, cuando, como decíamos, llegue el bum a lo orgánico y se despierte la codicia de personas que llegarán al mundo bio como podrían llegar a otros mundos, sin conciencia, sin devoción. Hasta ahora hemos sido, por así decirlo, una gran familia. Nos conocemos todos», recalca la directora de Biocultura.

 

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