El huerto y sus productos a pie de asfalfo

La Corredoria, Luis Oliver y Las Campas son los lugares en los que existen parcelas destinadas a huertos urbanos sostenibles

Miembros de Afesa en su huerto en La Corredoria tras una jornada de trabajo. /Pablo Lorenzana

Miembros de Afesa en su huerto en La Corredoria tras una jornada de trabajo. / PABLO LORENZANA

SANDRA S. FERRERÍA

«De lo que se come se cría». Las personas cada día miran más que comen, que aditivos y conservantes contienen los alimentos que adquieren en el supermercado y la alimentación bio se ha convertido en un estilo de vida que ha venido para quedarse.

Así, son muchos los ovetenses que celebran que el Ayuntamiento de Oviedo hace años pusiera a su disposición, mediante sorteo, una serie de parcelas situadas en La Corredoria, en Luis Oliver y en Las Campas para que pudieran allí instalar sus propios huertos urbanos sostenibles.

 

Eugenio Torres y Kety Sánchez en su huerto en La Corredoria.

Eugenio Torres y Kety Sánchez en su huerto en La Corredoria.

 

Cada huerto tiene una amplitud de entre 40 y 50 metros cuadrados, y todos cuentan con toma de agua y una caseta de aperos, donde los vecinos dejan sus herramientas de trabajo tras la faena. En La Corredoria el número de parcelas sobrepasa los 70, mientras que en el antiguo campo de fútbol Luis Oliver y en San Lazaro de Paniceres (Las Campas) el número supera los 30.

Algunos huertos están frecuentados por particulares, mientras que otros, están al cargo de distintas asociaciones como es el caso del huerto número 1 de La Corredoria cuyos faeneros son miembros de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias (Afesa) y de su Centro de Apoyo a la Integración (CAI).

 

Daniel Suárez regando la cosecha.

Daniel Suárez regando la cosecha.

 

Ir al huerto y trabajar allí durante una hora dos o tres días a la semana es una de las actividades que la educadora social del CAI, Patricia González Valdés, tiene dentro de la programación para los miembros de la asociación.

En cada jornada acompaña a grupos de 6 personas que labran la tierra, quitan las malas hierbas, cultivan el huerto y recogen sus frutos. A su juicio, esta actividad sirve para la integración de estas personas, «al final el huerto es como la vida misma, trabajas y luego recoges los frutos que has sembrado», indica.

Carlos Díaz es uno de los más implicado s en el laborioso trabajo. «Vengo todos los días, del huerto me gusta todo», aunque si le dan a elegir, su parte favorita es la de limpieza con la que quita todas las malas hierbas del camino que rodea al huerto.

Daniel Suárez es uno de los primeros que acudió al huerto. «Lo que más me gusta es regar», asegura mientras llena la regadera con agua. Él junto a Carlos Suárez son ya unos expertos en esto de las labores del huerto, ya que participaron en el proyecto de huerta en Finca Mirasoles.

 

Patricia González enseñando una lechuga del huerto.

Patricia González enseñando una lechuga del huerto.

Este es el quinto año que Afesa tiene el huerto a su disposición. Allí, recogen pimientos, tomates, calabacines, calabazas, acelgas, lechugas, fresas y fabas, entre otros muchos productos. Tras la recogida los miembros de Afesa se reparten entre ellos los beneficios. «Para las familias también es una satisfacción porque es una muestra del trabajo que realizan», indica Laura López, cuidadora del CAI.

Entre los beneficios que se encuentran en esta actividad para estas personas se encuentra el trabajo en equipo y al aire libre, así como el trabajo físico. «El resto de actividades las suelen hacer dentro del centro, así que esto es más novedoso para ellos», explican desde el CAI.

También les ayuda a sociabilizar, ya que son muchos los vecinos de su huerto los que les ayudan en el mantenimiento. Patricia indica que cuando empezaron no tenían «ni idea» de cómo se hacían las tareas del huerto, y que fueron sus vecinos los que les explicaron cada paso que había que dar. Así también se integran en la comunidad y en el barrio.

Además, estar en el huerto les enseña el potencial que tienen. «Antes a los enfermos mentales se les apartaba. Pero es una enfermedad más y además de tener un tratamiento médico es importante también el tratamiento social, que ayuda mucho a la mejora», indica Laura.

 

Paquita Sánchez en su huerto con la fesoria.

Paquita Sánchez en su huerto con la fesoria.

 

El huerto, además de ser una fuente de productos saludables, es una actividad de entretenimiento para los usuarios.

Es el caso de Paquita Sánchez Prieto, vecina de Puerto Pajares en Oviedo, que al menos acude a su parcela en La Corredoria dos o tres veces a la semana. «Yo ya estoy más que jubilada», asegura Paquita mientras recoge unos pimientos. Su marido no es tan amigo de la huerta como ella, que ve en el huerto una forma de entretenerse. «Mi marido dice que vengo a dar la lengua más que a trabajar», comenta. Y es que Paquita ha hecho numerosas amistades en el huerto. Según afirma, es habitual que entre los vecinos se intercambien productos cuando a uno le falta algo y el de al lado tiene mucho, y viceversa. Paquita nació en un pueblo de León «en mi casa hubo huerto siempre, yo vi como se trabajaba, y en cuanto salieron las solicitudes para el sorteo me apunté».

Paquita tiene en su huerto puerros, calabacines, tomates cherry, pimientos del padrón, pimientos morrón y numerosas hortalizas más, «y la verdad es que saben distinto después de haberlo trabajado», recalca.

Unas parcelas más abajo tienen su huerto Kety Sánchez y Eugenio Torres, vecinos de La Corredoria. Él, empleado de EdP y ella ama de casa, aseguran que un huerto en la ciudad «es lo mejor que se puede tener. Tenían que poner más».

 

Carlos Corte en el huerto de La Corredoria.

Carlos Corte en el huerto de La Corredoria.

 

Pasar los ratos libres en su parcela «es una distracción muy grande y da muchos placeres». Además, aseguran que se han convertido en unos «expertos en el tomate», un fruto que según otros usuarios en Oviedo no se da muy bien.

«Venimos todos los días, porque esto es una distracción pero también se necesita dedicación», advierten.

Por su parte, Juan Cortina tiene su huerto en Luis Oliver. «Por una enfermedad tuve que dejar de hacer deporte, y ahora vengo a comer la mejor medicina», celebra. Al ser enfermo crónico, el vecino de Ciudad Naranco dice que la alimentación es importantísima, y con los productos de su huerto se asegura de comer absolutamente ecológico.

Frejoles, fabas, pimientos, remolachas y fresas los productos estrella de su huerta

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