Claves para el éxito del cultivo de nabos y grelos
El nabo (Brassica rapa L.) es una hortaliza de la familia de las Crucíferas. Al hablar de esta familia siempre pensamos en las coles, pero es una familia muy importante utilizada en los abonos verdes debido a sus potentes raíces, capaces de bombear nutrientes de las zonas profundas. Como especies más utilizadas están el nabo forrajero (Brassica napus var. Oleífera), la mostaza blanca (Sinapis alba) y el rábano forrajero (Raphanus raphanistrum). Pero aún quedan dos cultivos hortícolas muy utilizados, los rabanitos y los nabos. Si bien es cierto que los nabos no son un producto muy consumido, en cambio se está extendiendo el consumo de grelos más allá de Galicia.
Una verdura anticancerígena
Varias líneas de investigación llevadas a cabo por el CSIC en Galicia han confi rmado que los grelos tienen una concentración muy destacada de compuestos anticancerígenos, en concreto los glucosinolatos y sus derivados, los isotiocianatos. En este sentido, los investigadores del CSIC recomiendan incluirlos en la dieta habitual, ya que además son ricos en proteínas y vitaminas A, B y C y fuente de minerales como el hierro, el potasio o el calcio. Además, contienen compuestos fenólicos, que actúan como antioxidantes, retrasando de forma natural el envejecimiento.
Variedades
Primeramente habría que distinguir entre nabo, grelo y nabiza. Los nabos son la raíz engrosada, las nabizas son las hojas tiernas y los grelos son las hojas con un mayor crecimiento, producidos cuando la planta se halla cerca de la floración. Existen multitud de variedades tanto de nabos como de grelos.
Hay nabos blancos, amarillos, rosados y negros, aunque predomina el blanco. En cuanto a formas, son más variadas que los colores, pues los hay redondeados, alargados, achatados, etc.
Por parte de los grelos, hay básicamente dos variedades importantes. La variedad “De Santiago”, variedad de raíz pivotante, que no forma nabo, recomendada para la producción de nabizas y grelos y la variedad “De Lugo”, de raíz globosa, de buen tamaño y excelente productividad, muy apreciada por sus hojas (nabizas) brotes tiernos y tallo floral antes del inicio de la floración (grelos), con un sabor peculiar ligeramente ácido.
Condiciones medioambientales
El nabo es un cultivo que requiere climas frescos y tierras ligeras, húmedas, bien mullidas y ricas en materia orgánica. Aunque se puede desarrollar en tierras calizas, prefiere las ligeramente ácidas con un pH entre 6 y 7.
Siembra
La siembra de los nabos se realiza en dos épocas del año. A finales de verano (agosto-septiembre) y en primavera. Siempre debe hacerse una siembra directa a poca profundidad, entre 0,5 y 1,5 cm. Sembraremos la semilla a chorrillo separando las líneas unos 30 centímetros. La tierra debe estar húmeda tras la siembra y en los siguientes días. Esto es de vital importancia especialmente en las siembras de verano.
Cuidados
Su manejo se limita a realizar escardas siempre que sea necesario para mantener libre de adventicias el cultivo. Hay que tener cuidado de preservar la humedad de la tierra constantemente, en especial –como se ha dicho– en las siembras de verano. Conviene hacer un aclareo de las plantas cada 5-10 cm para dejar espacio donde crezca el nabo en toda su extensión, aunque no es imprescindible. Esta labor se debe hacer cuando las plantas tienen unas 3 o 4 hojas. Se pueden cultivar en asociación con los guisantes para las siembras primaverales, aprovechando el espacio, el rápido crecimiento y la cosecha de los nabos. Se pueden sembrar los guisantes en febrero y cuando se pueda empezar a entutorar se siembra el nabo. Para volver a sembrar nabos en el mismo lugar habrá que esperar de 3 a 4 años.
Problemas
El cultivo del nabo posiblemente sea de los menos problemáticos que hay en el huerto en cuanto a la incidencia de plagas y enfermedades. En principio, si se lleva un buen manejo no tiene por qué haber ningún contratiempo, aunque si hay presencia de topillos son un manjar para ellos.
Cosecha
El aprovechamiento de sus nabizas tiernas puede hacerse a los 45 días de la siembra, comenzando la producción de grelos a los 90 días, aproximadamente. Los nabos se pueden cosechar a partir de los 40 días de la siembra.
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